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Mi historia
Del dolor al PLACER

Mis primeras relaciones sexuales

 

Mis primeras relaciones sexuales con penetración eran, básicamente, imposibles. El pene de mi pareja no entraba en mi vagina... En aquella época, por la edad que tenía, por mis creencias, por experiencias anteriores alrededor de mi sexualidad y por mi educación sexual, normalicé por completo que eso pudiera suceder: "estoy nerviosa", "estoy descubriendo algo nuevo", "no sé de qué va nada de este tema"... Y me repetí estas frases durante semanas y meses,... Seguí mi vida sin buscar ninguna otra respuesta, porque tampoco me preguntaba nada más. Seguimos intentándolo y un día lo logramos, pero sentía un dolor! Sentía como una pared muy, muy, muy rígida y una enorme resistencia. Siempre me decía a mi misma, únicamente, que eso dependía de mi relajación: "Laurano estás suficientemente relajada,...".

 

En este tiempo, sintiéndome un poco perdida, fui a la farmacia, donde me informé y me dijeron que, quizás, tenía algún problema con el látex del preservativo. Pero todo siguió absolutamente igual. No practicamos mucho tiempo más y me quedé con las dudas que fueron dispersándose con el tiempo. Siempre pensé que esa relación ya no iba bien y que por eso me dolía. Volví a justificar. el dolor.

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Pero, más adelante, se repitió la misma situación con una segunda pareja lo cual fue frustrante. En esta época, sin embargo, fui capaz de aguantar el dolor de intentarlo unos quince, veinte minutos de reloj hasta lograrlo. Pude incluso llegar a tener orgasmos pero, después, era horroroso. El movimiento hecho me producía como un rasgado en mis paredes vaginales, como si una lija se hubiera rozado. Debía lidiar con un escozor que incluso me acompañaba horas más tarde, o cuando iba al baño y hacía pis. A veces, no podía volver a tener relaciones sexuales con penetración en unos días, pues sólo de probarlo ya me escocía y dolía demasiado.

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Empecé a sentir que el pene de las personas con quién había tenido relaciones era demasiado grande para mi vagina.

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Empecé a sentir que tenía una piedra "ahí abajo", una pared.

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De repente, empecé a sentir, conscientemente, que tenía mucho respeto al pene, incluso miedo.

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Empecé a hacerme muchas preguntas sobre mí y sobre mi sexualidad, empecé a sentirme muy, muy, muy desorientada, a tener dudas sobre lo que quería, sobre mi orientación sexual, sobre si yo era una persona asexual,... Se me pasaron por la cabeza muchos pensamientos durante meses,... Todo esto me atormentaba y me generaba, sin saberlo entonces, ansiedad. Pero a la vez me sentía a gusto con mi pareja de aquel entonces y me sentía atraída por él, y recordaba que aunque con dolor, podía llegar al orgasmo, gozar unos instantes,... NO ENTENDÍA NADA.

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Jamás conté estas sensaciones a nadie que no fueran mis parejas, ni para desahogarme, ni para entender, creo que no lo hacía por una mezcla entre haber normalizado tanto la situación, por vergüenza a hablar de estos temas y por no saber qué hacer.

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Por primera vez, decidí aprovechar mi visita a la comadrona para un control, para preguntarle sobre mi situación. Des de la neutralidad de mi explicación, la situación fue la siguiente: "Tengo dolores en las relaciones sexuales, y no entiendo qué ocurre" A lo que se me respondió: " Por lo que me dices, llevas solo 5 meses con tu actual pareja y es posible que aun no tengas la confianza y la comodidad suficiente como para que estés bien, date tiempo".

 

La relación con mi pareja, igual que con la anterior, también se veía perjudicada, pues él también sentía desorientación y no sabía qué hacer. A veces incluso podía generarse sentimientos de inseguridad en él. La situación, poco a poco, me fue siendo insostenible, llevaba año y medio con mi pareja, todas las relaciones sexuales con él implicaban dolor, mi cabeza me avasallaba de preguntas, el miedo al pene me hacía sentir rara con la vida, con mi pareja, yo me sentía rara conmigo misma, sentía que no podía vivir el sexo con tranquilidad y naturalidad porque siempre estaba ahí el miedo y el dolor, me sentía mal después de cada vez, porque siempre tenía escozor, dolor, cada intento era como una lucha, me daba pena, la situación y yo misma, me generaba impotencia, me des excitaba...

 

¡¡¡BASTA!!!

¡Quiero que desaparezca este dolor!

 

Recordando, desde mi punto de vista no muy convincente, la respuesta de la comadrona, mi conclusión inmediata fue que NO QUERÍA DARME MÁS TIEMPO DE SEGUIR CON ESE DOLOR, LO QUERÍA FUERA.

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Desesperadamente, empecé a buscar información en internet sobre dolor en las relaciones sexuales, dolor en la penetración, irritación de la vagina. Estuve dos días indagando. Me costó, pero al fin encontré información en algunos blogs y páginas web dónde se hablaba muy brevemente de ello y se nombraban palabras como vulvodínia, dispaurenia, vaginismo... No podía desengancharme del ordenador y mis ojos y mi corazón no podían ser más grandes y latir con más fuerza. Lo más emocionante fue cuando encontré foros donde me sentí TOTALMENTE IDENTIFICADA con las palabras de las mujeres que habían explicado sus experiencias dolorosas, mujeres que incluso confirmaban no haber podido tener orgasmos, mujeres que nunca habían podido tener sexo con penetración y mujeres que compartían la experiencia de su dolor. Encontré fotografías y dibujos con los que me daba explicaciones y me sentía identificada, eso me dio un aliento de esperanza.

 

Siempre recordaré uno de estos dibujos: fue la imagen de una chica estirada en su cama, con cara de miedo, horrorizada, al ver, en la pared de su habitación, la sombra de un pene gigante como dirigiéndose hacia ella... Así me sentía, TOTALMENTE, con miedo al pene.

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Empecé a compartir esta búsqueda con mi pareja y empecé a buscar sitios donde me pudieran AYUDAR.

 

Empecé a compartir la situación con mi amigas, desde mi más profundo desconocimiento. Ellas me dijeron que era una situación no habitual en su caso, que quizás podían haber tenido dolores en ocasiones puntuales, por motivos puntuales, pero no tan prolongados, ni mucho menos con imposibilidad de tener relaciones con penetración.

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En esa época, el año 2014, en Internet, encontré dos únicos lugares donde se mencionaba que se trataba el dolor en las relaciones. Los dos en la provincia de Barcelona. Me fue bastante fácil decidir, por proximidad y por el tipo de recurso llamé, rápidamente, a la clínica Dexeus. Cogí aire e inmersa en una ansiedad de por fin alguien podrá ayudarme, expliqué mi situación por teléfono. Me dieron hora y aquí empezó MI NUEVA ETAPA HACIA MI NUEVA SEXUALIDAD.

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Mi tratamiento

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Fue muy difícil para mí esta época pero el aprendizaje que estaba viviendo y la esperanza de estar bien, eran mi motor. Esta época requirió de mucha fuerza de voluntad y, sobre todo, de quererme y cuidarme muchoFueron ocho meses de tratamiento, en mi caso.

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La primera visita a la clínica, con la ginecóloga:

 

La primera persona que me atendió en la Dexeus fue una ginecóloga. Tengo que decir que fue muy importante el apoyo y presencia en este día de mi pareja de aquel entonces. Nos atendió a los dos en su despacho. La ginecóloga primero habló con nosotros y nos tranquilizó. Me dejó claro que lo que me ocurría era algo normal y corriente que le ocurría a muchas mujeres. Concretamente, me dijo que a un 40% de las mujeres. Me dijo "es sólo una contractura muscular". Mi pareja y yo teníamos cara de sorpresa absoluta y mirada de alivio. Después, pasamos a otro espacio solas y me examinó, con mucho cuidado y paciencia, hasta encontrar el punto donde estaba la contractura muscular en mi vagina. Yo estaba alucinando, era algo totalmente nuevo para mí. ¿Una contractura en la vagina? Me comentó que se trataba de una contractura leve. Volvimos al despacho y nos explicó que necesitaba sesiones de fisioterapia y quizás, según fuera yendo el proceso, también del acompañamiento de una sexóloga. Me dio un par de indicaciones: una, que me quitara el anillo anticonceptivo que llevaba ya que uno de sus efectos es que la mujer lubrique menos y la zona esté más seca y dos, era muy importante que, de momento, no tuviera relaciones sexuales con penetración, debía respetarme y no alimentar más la sensación de dolor. Este paso fue crucial, primero para dar la importancia que se merece el respeto hacia mi misma y al cuidado de mí y, en segundo lugar, para romper con la dinámica del sexo con penetración y entrar en la creatividad y libertad de experimentación de las relaciones sexuales con todo y cada una de las partes del cuerpo.

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Primera sesión con la fisioterapeuta:

 

Tu vagina está orgánicamente bien, sólo tiene una dificultad funcional, es decir, por algún motivo está más contraída de lo habitual, ha trabajado más de lo que su función le permite."

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En la primera sesión aprendí a respirar y relajar la zona de la vagina. Tomé conciencia de esta parte de mi cuerpo. Ese día, después de sentirme relajada, me examinó. Yo sentía MIEDO Y PUDOR, pero me agarraba a la idea que necesitaba y quería curarme. La fisioterapeuta me exploró y masajeó la zona muscular, igual que se hace con cualquier otra contractura. Era imprescindible el uso de aceite lubricante. Ella siempre trabajaba con dos premisas:

 

Siempre me pedía permiso.

 

Siempre se adaptó a mi ritmo.

 

Ella siempre me decía que yo también debía pedirme permiso para tocarme de nuevo mi vagina y, poco a poco, permitirme hacerlo como parte de mi cuerpo, sin miedo, con cariño.

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Me fui de esa primera sesión cansada, nerviosa y a la expectativa y también LLENA de GRATITUD, DE MÁS ESPERANZA Y CON GANAS DE EXPLICARLO TODO. 

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Las sesiones siguientes:

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Durante las primeras sesiones, yo, a veces, temblaba, todo mi cuerpo temblaba, y no era frío.

 

Mi fisioterapeuta me explicaba que podía ser que fuera de un bloqueo fuerte el cual estábamos desbloqueando, y de miedos. Recordaba que esos temblores llevaba meses percibiéndolos en mi día a día. Luego entendí que era la manera en cómo se pronunciaba mi ansiedad.

 

En alguna ocasión también se me enrojecieron las piernas y tenía picor, incluso notaba como ciática en alguna ocasión. 

 

A lo largo del tiempo he podido entender, comprobar y trabajarme que, efectivamente, se trataba de bloqueos emocionales y miedos.

 

 

En esta época, en los momentos de hacer los ejercicios en casa, recuerdo lo mucho que me costaba cuando se trataba de masajearme. A veces, me daba incluso asco, a veces, sólo quería que me tocará un/a médico especialista o mi fisioterapeuta, aunque también me costaba mucho la idea. A veces, incluso me costaba bajarme la ropa interior. En esta época me sentí muy rara con mi cuerpo.

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Lloré mucho a lo largo del proceso, soltaba, me desprendía de sensaciones y emociones que me dolían.

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Con mi fisioterapeuta hablábamos sobre que mi vagina, por algún motivo, adoptó la forma de piedra o de escudo, en algún momento, para protegerme de amenazas o aspectos que para mí eran amenazas. La conclusión a la que me llevó mi fisioterapeuta fue que es coherente defendernos y tomar la forma de piedra si es para esa finalidad pero que "las piedras no viven"...

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A lo largo del proceso hicimos muchos ejercicios, en ellos recuerdo que mi fisioterapeuta siempre me decía que intentara visualizar que mi vagina era como mantequilla. Las primeras veces no lo lograba, mi mente era incapaz de imaginarse tal sensación.

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Recuerdo que, al final de las sesiones, sobre todo de las primeras, acababa agotada. Mi fisioterapeuta me decía que era normal porque había trabajado mucho. Incluso a veces, al día siguiente, también seguía muy cansada.

 

Poco a poco, fuimos incorporando nuevos ejercicios. Hacíamos ejercicios con los dedos, masajeando la zona, ejercicios de fuerza para relajar y, muchas veces, usábamos un programa de ordenador, muy motivador, para seguir trabajando la fuerza del músculo de la vagina, su relajación, así como el control de su fuerza, con ayuda de dilatadores de diferentes tamaños y tactos. Todo era nuevo y todo era útil. Todo llegaba según mi ritmo, nunca forzando, siempre escuchando mi cuerpo según me sintiera y según como me sintiera yo emocionalmente.

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Mi estado de ánimo también iba cambiando, cada vez podía transformar más mis miedos en más ganas de aprender y concentrarme en mi nueva yo.

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Mi nueva sexualidad

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Mi fisioterapeuta, y todo lo que me aportó fuerza en este tiempo, incluida yo, me ayudó a comprenderme, a respirar, a quererme, a saber pedir ayuda. Me enseñó aquellas posturas con qué tener relaciones con menos dolor o sin dolor en mi proceso. Me enseñó a relajarme, pero de verdad, percibiendo cada parte de mi cuerpo independiente aunque unidas, cosa que me fue bien para mi día a día, no sólo en relación a mi sexualidad. Me enseñó a tocarme para poder realizar bien los ejercicios, me enseñó a quererme más como mujer y como persona, cada parte de mi cuerpo y a integrarlo. Gané en seguridad en mi misma. 

 

Aprendí a acompañarme más y a respetarme más, a no ceñirme al pasado y a la historia cultural alrededor de la mujer y a entender que no puedo cambiar el pasado pero puedo, podemos, construir un nuevo futuro. Aprendí a querer a cada y cada una de las partes de mi cuerpo, a sentir que mi vagina es maravillosa y toda ella tiene unas funciones maravillosas. Aprendí a confiar en mí, en mi vagina y en nuestras posibilidades. Aprendí a enviarme calor y a recordarme que soy y estoy VIVA con cada parte de mi cuerpo.

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Recuerdo que una de las cosas que más me relajaba a lo largo de mi proceso, después de las primeras sesiones, era cuando mi fisioterapeuta me decía que mi vagina era bonita, "flexible y tierna", como la tuya apreciada lectora :), y que el miedo es natural y para que no nos paralice sólo hay que acompañarlo y ayudarlo, poco a poco. Ahora sé, después de este proceso y de haber tenido nuevas relaciones sexuales, que así es y que mis relaciones sexuales pueden ser sólo placenteras y sin dolor, en la forma que yo quiera! Y estoy muy agradecida.

 

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